miércoles, 7 de octubre de 2009

JOSÉ EMILIO PACHECO - La Condición de la Palabra-







CAVERNA



Es verdad que los muertos tampoco duran

Ni siquiera la muerte permanece

Todo vuelve a ser polvo



Pero la cueva preservó su entierro



Aquí están alineados

cada uno con su ofrenda

los huesos dueños de una historia secreta



Aquí sabemos a qué sabe la muerte

Aquí sabemos lo que sabe la muerte

La piedra le dio vida a esta muerte

La piedra se hizo lava de muerte



Todo está muerto

En esta cueva ni siquiera vive la muerte



De "Islas a la deriva, 1973-1975"



CONTRAELEGÍA



Mi único tema es lo que ya no está

Y mi obsesión se llama lo perdido

Mi punzante estribillo es nunca más

Y sin embargo amo este cambio perpetuo

este variar segundo tras segundo

porque sin él lo que llamamos vida

sería de piedra.


EL PULPO


Oscuro dios de las profundidades,

helecho, hongo, jacinto,

entre rocas que nadie ha visto, allí, en el abismo,

donde al amanecer, contra la lumbre del sol,

baja la noche al fondo del mar y el pulpo le sorbe

con las ventosas de sus tentáculos tinta sombría.

Qué belleza nocturna su esplendor si navega

en lo más penumbrosamente salobre del agua madre,

para él cristalina y dulce.

Pero en la playa que infestó la basura plástica

esa joya carnal del viscoso vértigo

parece un monstruo; y están matando

/ a garrotazos / al indefenso encallado.

Alguien lanzó un arpón y el pulpo respira muerte

por la segunda asfixia que constituye su herida.

De sus labios no mana sangre: brota la noche

y enluta el mar y desvanece la tierra,

muy lentamente, mientras el pulpo se muere.



FIN DE SIGLO


«La sangre derramada clama venganza».

Y la venganza no puede engendrar

sino más sangre derramada

¿Quién soy:

el guarda de mi hermano o aquel

a quien adiestraron

para aceptar la muerte de los demás,

no la propia muerte?

¿A nombre de qué puedo condenar a muerte

a otros por lo que son o piensan?

Pero ¿cómo dejar impunes

la tortura o el genocidio o el matar de hambre?

No quiero nada para mí:

sólo anhelo

lo posible imposible:

un mundo sin víctimas.



Cómo lograrlo no está en mi poder;

escapa a mi pequeñez, a mi pobre intento

de vaciar el mar de sangre que es nuestro siglo



con el cuenco trémulo de la mano

Mientras escribo llega el crepúsculo

cerca de mí los gritos que no han cesado

no me dejan cerrar los ojos


LA DIOSA BLANCA




Porque sabe cuánto la quiero y cómo hablo de ella en

su ausencia,

la nieve vino a despedirme.

Pintó de Brueghel los árboles.

Hizo dibujo de Hosukai el campo sombrío.



Imposible dar gusto a todos.

La nieve que para mí es la diosa, la novia,

Astarté, Diana, la eterna muchacha,

para otros es la enemiga, la bruja, la condenable a la hoguera.

Estorba sus labores y sus ganancias.

La odian por verla tanto y haber crecido con ella.

La relacionan con el sudario y la muerte.



A mis ojos en cambio es la joven vida, la Diosa Blanca

que abre los brazos y nos envuelve por un segundo y se marcha.

Le digo adiós, hasta luego, espero volver a verte algún día.

Adiós, espuma del aire, isla que dura un instante.


LA FLECHA



No importa que la flecha no alcance el blanco

Mejor así

No capturar ninguna presa

No hacerle daño a nadie

pues lo importante

es el vuelo la trayectoria el impulso

el tramo de aire recorrido en su ascenso

la oscuridad que desaloja al clavarse

vibrante

en la extensión de la nada



El escritor mexicano José Emilio Pacheco es uno de los exponentes literarios que ha formado parte de la llamada Generación del “50. Nacido en la Ciudad de México el 30 de junio de 1939, este autor se ha destacado a lo largo de su trayectoria como poeta, traductor, cuentista, novelista y ensayista.

“Los elementos de la noche”, “El reposo del fuego”, “La arena errante”, “No me preguntes cómo pasa el tiempo”, “El silencio de la luna”, “El viento distante”, “El principio del placer”, “Las batallas en el desierto” y “Tarde de agosto” son algunas de las obras escritas por este integrante del Colegio Nacional que debutó en el mundo literario a través de la revista “Medio Siglo”.
Por otra parte, cabe destacar que Pacheco se ha desempeñado como profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad de Maryland, la Universidad de Essex y en otras instituciones educativas de Canadá, Reino Unido y Estados Unidos. También dirigió un suplemento de la revista “Estaciones” junto a su colega Carlos Monsiváis, fue secretario de redacción de la “Revista de la Universidad de México” y de “México en la Cultura” (suplemento de “Novedades”), jefe de redacción de “La Cultura en México” (suplemento de “Siempre”) y dirigió la Biblioteca del Estudiante Universitario.
En materia de reconocimientos, este experto en Literatura Mexicana del siglo XIX que forma parte del grupo de investigadores del Centro de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), ha obtenido una gran cantidad de galardones, entre los que se encuentran el Primer Premio Iberoamericano de Letras José Donoso, el Xavier Villaurrutia, el Malcolm Lowry, el Premio José Asunción Silva, el Premio Nacional de Periodismo Literario, el Premio al Mérito Literario, el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca y el Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, y el Premio Reina Sofía

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