miércoles, 7 de octubre de 2009

ALVARO MARÍN - Etérea Memoria-





















CANCIÓN PARA ELIANA




Y tú, niña, no te quejas si el cielo oscurece.

Juegas a las lamparillas bajo una manta de sombras

bajo un cielo de alas negras. Y si el día arde,

y si los fogonazos de la guerra incendian el sol

sigues indiferente en el juego, en el no saber que el hombre

es un ser oscuro

que caza aves, que caza hombres.



Es mejor que no lo sepas. Yo quiero ser como tú

Yo quiero ignorar el país de los muertos,

donde un ave que pasa

puede ser el alma de un cuerpo segmentado.

El alma coja

De alguien que abandonó la tierra,

que trabajó la tierra,

que fue hundido

en la tierra.



¿Y por qué digo cosas tan tristes para una niña?

Porque la dureza ha fundado un imperio

Porque el juego de los niños ha sido suspendido

y de la selva huyen garzas con las alas en llamas.



Porque hablo desde el abismo.

Cosa terrible es hablar desde el abismo,

las palabras salen con tierra.



Yo excavo en mi aridez interior

hasta la más profunda de mis soledades,

hasta la soledad de ti.

Y sin embargo

hay una dulce gota

y una luz de azafrán en tus labios durmientes.



Tengo que confesar que estoy muerto,

estoy muerto, y canto. Te canto a ti niña, una dulce canción,

porque duermes, porque no entiendes todavía lo que pasa:



Mejor nos vamos que esta gente aquí no nos quiere,

sube a la bestia silenciosa de este tiempo.

Nos podemos perder entre sus pliegues,

por los escombros de una nave derribada

en cualquier fragmento de hojalata.

Huir por la hendidura del tiempo en el espacio,

entre las llamas del medio día o entre una herida del sol.

Montar a pelo el viento donde arrojamos la semilla,

por esa playa de Santa Marta por donde huyó el que aró en el mar.

Abandonar este abismo donde el sol muere,

huir de estas llamas que se agitan como el látigo

del tiempo perdido.



Colombia es una niña a quien todos atormentamos

el tiempo es el golpeteo de sus manos, y el sol una amenaza.

Hasta la niebla parece venir de abajo,

desde la oscura entraña de los holocaustos,

del fango y las lianas intransitables que nos acogen.



Ayer asesinaron, hoy es la fiesta,

la sangre es el verbo que se consuma.

¿Y acaso no hay otro lugar adónde ir?

No hay lugar.

Sólo existe esta herida: el cuerpo quebrado de la niña

como cáscara, como hueso de ave, como aire de nadie

como pájaro que ha perdido el poder del vuelo.

Y mi niña me pregunta cómo ha sido este día



entonces esquivo la respuesta con un juego de palabras

cualquier juego, todos jugamos a la nada.



Y sin embargo veo un frente de luz.

Y yo le digo que hoy

cuando el sol vetea el día con sus lanzas doradas

miramos el horizonte por infinitésima vez

en el viento cálido que traen los meses claros.



Cantamos para que la luz sea,

también la luz tiene su parentela.

La luz, ya se dijo, es hija de las palabras

pero también es hija del canto, y de la danza.

Cantamos para encender la llama al fondo de la noche.



Sin el mediodía el infinito no es,

Sin la altura el espacio naufraga.

Recuerda Eliana la luz del sol

Es el reflejo de la luz de tus días



No hay muerte

Esas aves que surcan el cielo

Revuelan liberadas de tu risa.



Eres música y silencio

de la oscura tierra el color de las flores

del profundo misterio la claridad.

Dime si te gusta este ramo de girasoles

bajo el claro de luna.



También tu sombra es una niña

Que juega a ocultarse más allá del mar.

No hay muerte

Hay la llama que enciende los días

Las olas trazadas en la hoja

en donde te dibujas niña que ya no estás.



Regresas al silencio por un arco de estrellas

Aprendes, como querías,

El arte de danzar y volar al mismo tiempo.

Vuelves

Al sitio de donde venías con un ramo de luz

A espantar la luna de la muerte.



Eres la flor de una planta que en la tierra no crece

Cantas tus días en el lugar sin nombre.

Eliana, salva estos abismos

Huye de este frío que quiebra las alas

de las mariposas.



Los callados árboles te observan

Cómo pasas veloz en la danza del amanecer.

Navegas en el barco de vela que dibujas

Y lanzas una rosa de bengalas

Sobre esta noche oscura.



No hay muerte

Hay nube y árbol y pájaro en silencio

Hay la niña y la madre ocultadas,

no para siempre.

Sólo por esta noche.



Hay mariposa y sol

Cubiertos por la sombra

que será a su vez ocultada.

Ahora entiendo lo que es la luz

Que rompe en silencio la oscura dureza

Eres el árbol contra la niebla,

El ave contra la noche.



¿En dónde abres ahora tus alas de niña?

En dónde cantas y ríes ahora

Que forman cirios las nubes y

Se toman el aire crueles pájaros rojos.



Los cometas, y los peces de tinta

vienen preguntando por ti.

Dime, ahora qué les digo,

dime ahora dónde voy a encontrarte.







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ÁLVARO MARÍN nació en Manzanares, un pueblo de la zona cafetera de Colombia, en 1958. Año que coincide con la instauración del Frente Nacional en Colombia, una alianza de dos partidos que gobernó el país durante 16 años y eliminó toda forma de oposición política. Como en buena parte de las familias colombianas tuvo un padre liberal y radicalmente anticlerical y una madre conservadora y fervientemente católica, también su familia era un frente nacional. Ese contrapunteo entre dos visiones del mundo tan radicalmente opuestas pronto le liberó de las argumentaciones ideologistas en lo político y de posiciones dogmáticas en lo cultural, la lectura de la historia del país y la reflexión lo llevaron a entender nuestra compleja conformación como cultura, en donde se entreveran componentes culturales de diferentes vertientes. Ese carácter mestizo y barroco de nuestra cultura es uno de los elementos de su permanente reflexión ensayística y que también se expresa en su poesía. Ejerció un espontáneo periodismo escolar en donde publicó sus primeros escritos, luego en la Universidad Nacional de Colombia continuó con el ejercicio informativo en periódicos y revistas universitarias. Hechizado por la poesía de César Vallejo y Miguel Hernández publicó su primer libro de poemas con el Título de Jinete de Sombras en 1992. La publicación fue un reconocimiento que le hizo la Casa de Poesía Fernando Mejía de Manizales, luego fue invitado al Diario El Espectador de Bogotá para colaborar con notas sobre cultura y literatura en el Magazín Dominical dirigido por Marisol Cano y coordinado por Juan Manuel Roca. El Magazín jugó un papel crítico importante en la vida cultural del país en los años noventa. Recibió otro reconocimiento en poesía al ser destacado uno de sus libros: La noche líquida en una convocatoria latinoamericana del Festival de Poesía de Medellín. Publicó en 1997 La brújula no quiere marcar más el norte, un libro de ensayos sobre cultura, política y literatura. Escribe ensayo, poesía, notas periodísticas en diferentes medios, ha colaborado con procesos de comunicación y de reflexión en comunicaciones; en Le Monde Diplomatique y periódicos de iniciativa popular, como desde abajo y Periferia. Ha ejercido un trabajo periodístico en los últimos años, escribe para revistas culturales y políticas; colabora en la revista Cepa de reciente creación por Fals Borda y Libardo Sarmiento.











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